Táctica y estrategia para enfrentar a Milei
POR SANTIAGO LIAUDAT
“Hay
que volver a la realidad y para ello exigirse una virginidad mental a toda
costa y una resolución inquebrantable de querer saber exactamente cómo somos”.
Raúl
Scalabrini Ortiz
“He
cuidado atentamente de no burlarme de las acciones humanas, no deplorarlas, ni
detestarlas, sino entenderlas”.
Baruch
Spinoza
Nivel
táctico
Antes
que en porcentajes conviene ver los resultados en cantidad de votantes. Unión
por la Patria (UxP) sacó la mitad de votos que el Frente de Todos (FdT) en
2019. O sea, seis millones, contra doce millones de aquel momento sobre un
total de votantes no muy diferente. En las legislativas de 2021, el FdT sacó
ocho millones de votos. Entre 2019 y 2021 perdimos cuatro millones de votantes;
y entre 2021 y 2023 dos millones más.
Lo
notable es que mientras hasta ahora la polarización con Cambiemos/Juntos por el
Cambio (JxC) siempre implicaba que los votos migraban de uno a otro bando,
ahora emergió una fuerza que pasó de poco más de un millón de votos en 2021 a
poco más de siete millones en 2023.
¿De
dónde salieron esos seis millones de votos que fueron a Milei?
Quien
más perdió fue JxC que pasó de casi diez millones de votos en 2021 a 6.700.000
en 2023. El segundo espacio político que perdió más votos, como se dijo antes,
fue el peronismo (dos millones de votos). La suma de los votos perdidos por
ambos espacios explica el fenomenal crecimiento de La Libertad Avanza. Es
evidente que en el discurso anticasta de Milei cayó en la misma bolsa JxC y
UxP.
En
este escenario, la única posibilidad de Unión por la Patria es entrar al
ballotage logrando i) que la enorme mayoría de votos de quienes se sumen a
votar entre las PASO y las generales (en todos los comicios anteriores, siempre
aumentó el caudal entre una y otra elección), sumado a ii) lograr la adhesión
de, aunque sea, una mínima porción del votante de Larreta y iii) apelar al voto
útil de expresiones electorales menores de la izquierda y el peronismo.
Un
dato alentador en ese sentido es que no parece que haya mucho terreno sobre el
cual pueda crecer electoralmente Bullrich, excepto la misma masa de electores
que se incorporará a votar en las generales (aunque se encuentra disputada por
La Libertad Avanza, con un discurso muy similar).
De
lograr el primer objetivo táctico (ingresar al ballotage), UxP la tendría muy
difícil, pero se abre una luz de esperanza en la medida en que el temor a Milei
empuje a algunos votantes de JxC —en particular, de la vertiente Larreta— a
votar al peronismo. Algo ciertamente muy complicado, a causa del antiperonismo
imperante en ese sector, pero no imposible, en tanto y en cuanto Milei ha
desplegado un furibundo ataque al radicalismo y el progresismo liberal y parte
de ese sector puede moverse movido hacia un “voto útil democrático”.
Nivel
estratégico
Si
tales son las evidentes coordenadas tácticas que, con toda seguridad, ya fueron
evaluadas en los comandos de campaña de los principales actores políticos,
ahora se trata de aportar algunos insumos al análisis estratégico. En ese plano
de trata de entender sobre qué tendencias de mediano plazo, más estructurales,
cabalga el fenómeno Milei.
Básicamente,
podemos describir ese emergente como el ascenso de una “nueva derecha”,
ultraliberal en lo económico, autoritaria en lo político y conservadora en lo
cultural. Pero estos elementos no son novedosos en la historia de la derecha
argentina. Tampoco lo es su combinación con estrategias efectistas en lo
discursivo. O sea, explicaciones fáciles para temas difíciles, con respuestas
casi milagrosas (algo de lo cual el macrismo ya supo hacer gala). Y no parece
una novedad tampoco su apelación a los núcleos básicos del sentir de derecha:
miedo y odio. Miedo a la incertidumbre, la inestabilidad, a la inseguridad;
odio a los chorros, a los vagos, a lo diferente, a los políticos, etc. También
estos elementos fueron parte del legado macrista y no alcanzan a explicar la
migración masiva de votos a Milei.
Lo
nuevo está en cambio en:
- La
violencia verbal: el PRO abrió esa puerta que Milei recorrió como nadie. En una
época en que “lo políticamente correcto” dejó a un lado la violencia,
Milei la encarnó y le permitió expresar el hartazgo social de un sector de
la sociedad que está decepcionada tanto con el peronismo como con JxC y de
una juventud que no ve perspectivas de futuro.
- La
identificación de un enemigo en la “casta política”. Para
el PRO y el radicalismo, en cambio, el enemigo era el kirchnerismo. La
apelación a la casta funcionó como un chivo expiatorio extraordinario.
¿Quién tiene la culpa de todos tus problemas? La casta. En el bunker de
Milei cantaban: “que se vayan todos, que no quede ni uno solo”. En este
entrañable lema del 2001 caen por igual macristas y radicales, peronistas
y kirchneristas, identificados como la causa de la debacle argentina.
- El
rechazo a los valores igualitarios y liberal-progresistas:
incluso el PRO apelaba a lemas como “pobreza cero” y siempre tuvo en su
seno sectores liberal-progresistas que apoyaron políticas como la
legalización del aborto o el matrimonio igualitario. La Libertad Avanza
canalizó la reacción conservadora de un sector de la sociedad que ve con
malos ojos esas políticas. Pero sobre todo enarbola abiertamente un
discurso anti-igualitario, enfrentando explícitamente valor como el de la
educación pública (asociado al liberalismo del siglo XIX), el ideario
peronista por el cual “detrás de cada necesidad hay un derecho” y acusando
a todo el arco político de comunista.
- La
utilización de nuevas redes sociales: ya no solo las
“tradicionales” Facebook, Twitter, etc., en las que el macrismo en su
momento tuvo un vehículo privilegiado para su mensaje, sino que ahora
emergen nuevas redes en las que los libertarios de derecha han sabido
desenvolverse como nadie. Nos referimos a los Streamers, los Gamers, el
ecosistema cripto, etc. Un submundo que abarca y es consumido por millones
de personas, especialmente jóvenes.
Sintéticamente,
identificamos en esos elementos los factores que le permitieron captar a Milei
un voto de jóvenes en situaciones de precariedad y disconformidad (expresando
la rebeldía de este sector), el voto de las provincias del interior, que en
tanto lejanas de Buenos Aires están marginadas de la vida política argentina
(acentuando la idea de la casta como algo extremadamente lejano y sin
resultados positivos en sus vidas) y el voto transversal de sectores
liberal-conservadores en distintas clases sociales.
En
estos apoyos se cruzan aspectos de “vieja subjetividad” (tradicional
conservadurismo, aspectos de derecha clásicos) con factores de una “nueva
subjetividad” asociada la actual etapa de capitalismo de plataformas. Esto es,
un tipo de sociabilidad dominada por la virtualidad (favoreciendo el
individualismo extremo, la lógica de burbujas de pertenencia, el narcisismo y
largos etcéteras), una forma de actividad laboral y económica flexible mediada
por plataformas (donde el Estado es visto como algo ajeno que molesta) y un
consumo cultural altamente globalizado, fragmentado e individualizado.
Para
esta nueva subjetividad, la apelación a valores y símbolos del pasado carece de
sentido. Se trata de una vuelta de tuerca más sobre la subjetividad que emergió
en los ochenta y noventa con el surgimiento de la internet y que se identificó
en su momento como “posmoderna”. En los últimos diez años ingresamos en la
segunda fase del capitalismo informacional, a la que se ha denominado
“capitalismo de plataformas”, donde tendencias que estaban en la etapa anterior
se acentúan, otras mutan y surgen nuevas. Es la ideología de esta época, en
parte subterránea, que nos sorprende cuando emerge y se expresa y nos da la
sensación de que una parte importante de la realidad escapa a nuestra vista.
En
síntesis, la nueva derecha —no solo aquí, sino en buena parte del mundo
occidental— se ha fortalecido en el entronque entre esa nueva subjetividad y
aquellos viejos valores liberal-conservadores (varios de estos aspectos han sido analizados en el podcast).
¿Qué
hacer entonces?
El
desafío estratégico, entonces, es actuar sobre estas tendencias. Porque si se
alinean todos los astros y logramos entrar al ballotage y derrotar a Milei,
tarde o temprano lograrán imponerse.
Actuar
sobre esas tendencias es básicamente no dejar en manos del mercado la
“educación del soberano”. La lógica capitalista en su fase actual está
generando estos monstruos. Decíamos a principios de 2019, cuanto todavía
gobernaba Mauricio Macri y Javier Milei era solo una figura graciosa en la
televisión:
“La
situación es inestable y produce temor en una población que vive los efectos
negativos de la transición global (precarización del empleo, incertidumbre de
futuro, pérdida de control sobre su propia vida). Las opciones intermedias en
el mundo van perdiendo espacio. La disyuntiva en el mediano plazo es la
derechización autoritaria (con aumento de la represión estatal para contener las
tensiones internas) o profundización de la salida nacional-popular. La
desconexión que proponemos es esencialmente esto último. No se trata de
proclamas revolucionarias, sino de un camino consecuente nacional y popular en
todos los planos que nos permita ir hacia una Argentina efectivamente
pos-neoliberal.”
Si
tal era la disyuntiva en aquel momento, la gestión que hizo el Frente de Todos
desde su asunción —que podemos caracterizar como la búsqueda de un camino
intermedio— condujo a la situación actual de “derechización autoritaria”. En aquel mismo texto, escrito junto a José “Pepe”
Sbatella, afirmábamos:
“Por
todo esto necesitamos de una actualización teórico-política. No podemos volver
al gobierno nacional para hacer lo mismo. No podemos porque las condiciones
externas no son las mismas (precio de las commodities, escenario internacional,
etc.) pero no podemos tampoco porque el país no tiene otra oportunidad. Este
péndulo entre (neo) liberalismo y (neo) desarrollismo ha golpeado duramente
nuestra realidad nacional: los primeros hundiendo al país, los segundos no
acertando en cómo sacarlo definitivamente a flote. Las secuelas son un país
subdesarrollado con pobreza infantil, empleo informal, desigualdad de ingresos,
extranjerización del aparato productivo, concentración económica, extractivismo
y re-primarización, pérdida de control estatal sobre sectores clave, etc.”
Y
señalábamos respecto al enfriamiento de la economía desde 2012 —y por ende a
los límites de la inclusión social mediante el empleo— algo que puede aplicarse
casi sin modificaciones a la gestión del Frente de Todos:
“Cuando
nos chocamos de frente con estos límites [del desarrollo] intentamos una
respuesta a nivel de la gestión y administración del Estado mediante la
“sintonía fina” (ajustes graduales en tarifas de servicios públicos, control
sobre el mercado de divisas, subsidios al empleo industrial, etc.). Políticas
correctas, ciertamente, pero insuficientes (…). La percepción social fue que la
“sintonía fina” la pagaban los trabajadores y la clase media (impuesto a las
ganancias, quita de subsidios, etc.). Por supuesto, este clima social estuvo
fogueado por los medios hegemónicos de comunicación. Pero también es cierto que
luego de una década de gobierno no logramos modificar una matriz
cultural-ideológica dominada por los valores neoliberales. Lo que es peor,
parte de nuestras políticas fomentaron una sociedad des-ideologizada de
consumidores (en lo económico), de espectadores (en lo cultural), y electores
pasivos (en lo político). Todo lo cual constituyó un caldo de cultivo fenomenal
para los propagandistas de Cambiemos.”
Pasaron
más de cuatro años desde aquel texto de inicios de 2019. Lamentablemente, a la
luz de los acontecimientos, tuvimos la mala suerte de acertar en los
pronósticos.
Ahora,
la suerte está echada. Las cartas están sobre la mesa. ¿Está todo perdido? No,
como dijimos antes, el escenario electoral es muy adverso, pero no es imposible
ganar. Requiere, una vez más, audacia y acciones
transformadoras, y al mismo tiempo buscar una mayor cercanía con
los problemas cotidianos, evitar los lugares comunes del discurso político y
proponer una épica para la militancia que nos permita salir a reconquistar
votos perdidos. La campaña de Lula, contra un contrincante muy similar al
nuestro, puede ser un buen ejemplo del que aprender.
El
nivel estratégico, sin dudas, requerirá de otros análisis en el tiempo. Y no
estamos para eso ahora. La urgencia apremia. Pero es preciso definir
mínimamente unas coordenadas que enmarquen las decisiones tácticas de campaña.
Si no se definen actúan implícitamente o, lo que es peor, no hay ninguna
concepción estratégica y las acciones tácticas se siguen sin ningún orden.
Téngase en cuenta que la táctica electoral, siendo oficialismo, implica en gran
medida las decisiones de gobierno.
La
posibilidad de triunfar en esta difícil batalla requiere de claridad
estratégica para actuar sobre los nudos que hicieron fuerte a la derecha.
Básicamente, revertir la imagen de debilidad del gobierno, avanzar a paso firme
con iniciativas de gestión de vasto alcance popular, mostrar con humildad que
se entendió la lección y que hay un cambio de rumbo posible, convocar a la
militancia y a los sectores democráticos a ser parte de una epopeya, y golpear
a la derecha en donde le duele (esto es, refrescar la memoria del 2001 y del
2019 y el lugar al que nos llevaron esas políticas).
Fuente:
Agencia de Noticias Paco Urondo APU
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